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Reportaje completo: Transpirenaica invernal con esquís y en solitario. 29 días, 700km y 32.000m de desnivel positivo cargados de nieve

Transpirenaica invernal en solitario que el italiano Paolo Rabbia realizó el pasado invierno.

Paolo Rabbia, durante su travesía

“Al cabo de los días, todas mis rutinas habituales, las de hombre regido por los hábitos -todos lo somos en casa- se convierten en superfluas. Entonces los días se simplifican, y todo se reduce a 4 cosas esenciales: levantarse, comer, salir, y tratar de alcanzar un lugar para pasar la noche. Esto te hace sentir verdaderamente libre.

Y al final, te hace sentir cercano a la naturaleza que te rodea.

Las montañas -la naturaleza en general- se parece a una gran obra de música clásica: inmutable a pesar del paso del tiempo, siempre capaz de inspirar, de conmover.

Pero en este caso ha habido menos rigor, más improvisación.

En realidad, mi travesía se ha parecido más a un concierto de jazz.”


Introducción

Éste es el reportaje completo, publicado en nuestra revista en papel Cuadernos Técnicos de Barrabes, sobre la Transpirenaica invernal en solitario del italiano Paolo Rabbia. Muchos recordaréis la noticia sobre la misma que publicamos hace unos meses. Y también recordaréis que hace pocos años, Paolo se convirtió en la 1ª persona en realizar la travesía integral de los Alpes en invierno sin emplear ningún medio mecánico.

La preparación de este reportaje junto al italiano Paolo Rabbia estuvo marcada por una cuestión: él pensaba que no era la persona más adecuada para hablar sobre el Pirineo a unos lectores que en su gran mayoría conocen la cordillera bastante en profundidad; nosotros pensábamos que precisamente por ser un territorio nuevo para él, su perspectiva sería enriquecedora, y nos haría ver a los que tanto las conocemos cómo ven nuestras montañas aquellos que no tienen viejos factores emocionales sobre ellas.

Además, ocurre que el desconocimiento que tenía de las montañas pirenaicas añadía un factor casi de exploración en la travesía sobre otras transpirenaicas, sobre todo si tenemos en cuenta que Paolo no emplea GPS, tan solo medios de orientación tradicionales. Y aquí no se trata de realizar una guía, sino de descubrir una aventura personal, sus motivaciones, miedos, sensaciones, experiencias.

Si al desconocimiento añadimos un invierno cargadísimo de nieve (Paolo apenas pudo estar unas horas sin que le nevara, o llegara el viento, o la niebla, en el carrusel de borrascas que azotaron el Pirineo durante casi 2 meses), que debido a las horas que se veía obligado a esquiar cada día hizo parte de la travesía de noche, y que la travesía se realizó en solitario y con una mochila de 20kg a la espalda, encontramos una actividad preciosa en unas montañas cercanas y muy queridas, por alguien que las acaba de descubrir, no sin asombro.

Pirineos cargadísimos de nieve para Paolo. Desde Candanchú, conel Bisaurín presidiendo

Algunos números

Fueron 29 días de actividad ininterrumpida. En algunos de ellos la mayoría de nosotros no nos habríamos atrevido a sacar la nariz del refugio, y se convirtieron en verdaderas aventuras contra la nieve, la niebla, la orientación y uno mismo. Aproximadamente 700km y 32.000m de desnivel positivo.

Mientras que en su travesía de los Alpes Paolo Rabbia esquió prácticamente un cuarto de la misma acompañado bien por viejos amigos, bien por amistades nuevas que encontró por el camino, en los Pirineos ha estado prácticamente solo en la montaña: “fui siempre solo, excepto un encuentro fortuito, y una sección que esquié con un amigo vasco esquiador y alpinista, unas 4 horas en total...”

Paolo usó un prototipo de esquís de carbono diseñado enteramente en la provincia de Cuneo, en Aski, Mondovi. Fijaciones ATK. Botas: Scarpa F1, y pieles Geko sin pegamento (¡sólo un par en toda la travesía!).

Su mochila fue modificada para poder ser transportada con una cinta de cabeza, al modo sherpa. Pesaba 20kg al comienzo y 18 al final.

Acabó con toda la comida energética y el combustible.

Empezó la travesía pesando 67kg, y la finalizó con 64.5.

Texto y fotos: Paolo Rabbia

No creo ser la persona más adecuada para hablar del Pirineo a quienes allí viven, o a quienes allí pasan su tiempo libre practicando escalada, senderismo o esquí. Tan solo puedo hablar acerca de la gran travesía con esquís de la cordillera que he realizado. Una travesía que a partir de ahora tiene un lugar importante en mi vida y entre mis experiencias.

Algunos datos...

Ascendí el Canigó el 22 de enero, y el Orhy el 19 de febrero. Fueron 29 días en la montaña.

No utilicé ningún medio de transporte ni mecánico. Esto incluye los telesillas. Aproximadamente he recorrido 680km. Esta cifra es un cálculo según los tiempos que he tardado en recorrer tramos en los que sabía con exactitud la distancia, ya que no llevé GPS. En el mapa habrá menos kilómetros, pero a la hora de la verdad hay que desandar, rodear, tuve que evitar zonas de mucha altura en los grandes macizos los días de grandes nevadas. Recorrí 32.000m de desnivel positivo, de los cuales unos 3.000m los tuve que hacer cargando las tablas en la mochila.

Mi idea inicial era descender a los valles cada 2-3 días, manteniéndome el mayor tiempo posible en altura, lo que me permitiría ser más rápido. Pero luego tuve que cambiar de planes casi a diario debido al mal tiempo continuo que encontré. Acababa cada día empapado, sin posibilidad de secar la ropa en los refugios no guardados.

Además, la decisión de descender casi todos los días también la tomé por el consistentemente alto peligro de aludes que tuve durante toda la travesía, que desaconsejaba permanecer en altura.

La ventaja de comer y dormir en un lugar cálido casi todas las noches tuvo una contraprestación: tuve que esquiar un promedio de 10 horas diarias, con etapas de hasta 15 o 16. En invierno por esas fechas no hay tantas horas de luz, así que esquié de noche.

Tengo que señalar que esas horas son de esquiada ininterrumpida. Les resulta extraño a muchos, pero no tengo por costumbre comer ni beber, ni parar a descansar, cuando estoy en la montaña. Ese tiempo es de actividad pura, y con una mochila de 20kg a la espalda. Para ayudarme, la cargo al estilo sherpa, con una cinta por la frente.

Paolo cargando con su mochila de 20kg, con cinta en la cabeza al estilo sherpa

Recorrido

Canigò – Mantet (por la arista de la Cerdanya) - Fontpedrouse (Font Romeu) - lac de Bouillouses - Porté de Puymorens (FRA) - El Tarter (AND) (por el collado de Dret) - Os de Civis – Tirvia (por el valle de Tor) – Espot (Parque de Aiguestortes) - Boì – Aneto (pueblo de) – Benasque (por la estaciòn de Cerler) - Plan de Gistain (por el collado de Sahùn) - Bielsa – Lamiana – Nerìn (canyon de Ordesa) - Torla – Biesca (tràs las valles al sur de Tendenera) - Panticosa - Col de Portalet - Candanchù - Linza (por La Mina) - valle de Mintxate – Pico de Orhy.

¿Por qué estas travesías? ¿Por qué en solitario?

Con este viaje he dado un paso más en mi camino hacia una relación cada vez más honesta con la naturaleza y la montaña. Es un camino de etapas; probablemente puedo tomarlo porque antes he satisfecho mis ansias de autoafirmación personal, para no tener esa necesidad, y para poder ser libre de tomar mis propias decisiones sin ser excesivamente criticado.

En mi caso, después de años de alpinismo del montón, anonimato, conseguí esa autoafirmación al alcanzar la cumbre del Cho Oyu en 2006, siendo el primer montañero de mi región que alcanzaba un ochomil. Era mi cuarta expedición al Himalaya, las anteriores habían fracasado, y ya tenía más de 40 años. A esa edad mis compañeros ya habían conseguido muchos éxitos, incluso algunos ya se habían retirado.

Inmediatamente, me sentí mucho más libre. Había saciado mis ansias de autoafirmación, podía pensar en otros proyectos y lugares. Así nació la idea de realizar la 1ª travesía en solitario de los Alpes en invierno sin emplear medios mecánicos, siguiendo los pasos de la tan famosa de Walter Bonatti en la primavera de 1956.

Tuve suerte, y fue el invierno más nevoso en Alpes de los últimos 50 años. Porque así pude recorrer con esquís 1.600 de los 1.800km de la travesía, con 80.000m de desnivel. Cumplí mi promesa de hacer absolutamente todo a pie o sobre esquís, ningún medio mecánico. Es cierto que en la montaña, en muchas ocasiones, somos los únicos testigos de lo que está sucediendo, y contar cuentos chinos es fácil. Pero puesto que la satisfacción de lo que hacemos es en la mayoría de ocasiones nuestra única recompensa, es importante que la moneda no sea falsa.

Sombra de Paolo al atardecer

Es difícil encontrar un compañero para un proyecto duro, pero sobre, tan personal y abierto a tantísimas decisiones sobre el terreno. Alguien con quien poder compartirlo plenamente. Durante las 12 horas de cada jornada tenemos que tomar muchas decisiones sobre el terreno, de las que depende el éxito y la seguridad personal. Por la convivencia, los primeros días hay vida tranquila, elogios, objetivo común. Pero según se van cometiendo errores, la confianza se va minando. Así que voy solo.

Solo en la Transpirenaica

Mis días recorriendo en solitario la Transpirenaica se han caracterizado por un alto nivel de atención, ante las muchas trampas y encrucijadas que reserva una ruta por territorio totamente desconocido.

La etapa en realidad comienza la noche anterior, en el refugio, o en el hostal, si la nieve me obligaba a descender a un pueblo. Lo primero es tratar de averiguar si alguno de los presentes tiene información útil. Evidentemente, es casi seguro que haya alguien que conozca la zona. Pero ha sido complicado encontrar quien tuviera ese conocimiento no sólo del verano. Además, tanto en mi travesía de los Alpes como en esta de los Pirineos, me he encontrado quienes, sin saber casi nada, trataban de darme instrucciones.

Las preguntas las hacía con el mapa abierto, para evitar confusiones con el nombre. Lo de los nombres ha sido algo que también me ha confundido. La toponimia parecía existir para desorientarme, con nombres en tantas lenguas (aragonés, castellano, catalán, francés, occitano y vasco). Me ha llegado a ocurrir alguna cosa graciosa...como la noche que preguntaba a un guía de media montaña que encontré, muy agradable, y me señalaba con el dedo en el mapa, y al acabarse el mapa...¡continuaba por la mesa con el dedo!

En Ordesa

También la noche anterior hay que buscar información de la meteo. Aquí tengo mucho que agradecer a los colegas guías que encontré, y a Jorge García-Dihinx, de lameteoqueviene. Y es que el tiempo también es especial en los Pirineos.

A diferencia de los Alpes, en los Pirineos me he encontrado conque es muy difícil calcular la hora exacta de llegada de una perturbación, debido a los fortísimo vientos que trasladan las borrascas, adelantándolas o retrasándolas. Esas borrascas que vienen directas del océano, y que descargan literalmente toneladas de nieve de repente, volviéndose todo peligroso. Los partes no especifican el 0º térmico, así que es difícil saber en qué condiciones va a estar la nieve al día siguiente.

Una vez que sabía la meteo y el estado de la nieve, la ruta comenzaba a tomar forma en mi mapa a escala 1.25000. No antes. Es al revés que en verano. Buscaba los puntos débiles, el camino que evitara en lo máximo el riesgo de aludes, los puntos peligrosos. Si la cosa pintaba muy mal para la mañana siguiente, procuraba tener a mano una ruta alternativa también, aunque me desviara.

Después comía y bebía lo máximo posible, y me iba directamente a dormir. No tenía miedo de tener problemas digestivos; mi cuerpo, privado de suministros durante largas horas, quemaba directamente todo lo que caía en mi estómago. Cuando ya llevaba unos días de travesía, ni siquiera una gran cena era suficiente. Como me despertaba por la noche con hambre, me iba a dormir con fruta, barritas.

Zonas bajas de Añisclo

Cada día comenzaba con un alto grado de incertidumbre. ¿Sería ese el pico correcto? ¿Podré retroceder si algo va mal? ¿Verdaderamente podré cruzar esa ladera?

Un par de horas antes del amanecer me sonaba el despertador. Una cosa que me extraño mucho fue que el desayuno en algunos refugios se servía cuando era de día. Pero todos fueron muy amables y me dejaron comida preparada.

Así, cuando la luz del nuevo día alumbraba, yo ya llevaba al menos 1 hora de actividad. Disfrutar de 1 mes seguido, día tras día, en perfecta soledad, de ese momento mágico y liberador que es el amanecer en las montañas...Con la llegada de la luz (no digo el sol, porque el encadenamiento de días de mal tiempo no me dejó verlo), comenzaba mi serie de cambios de ropa, que continuarían durante toda la etapa, con el objetivo de sudar lo menos posible, y no coger frío. Porque lo primero supone tomar más líquido después, y lo segundo obliga a tomar más calorías.

Pronto estos cambios se convierten en rutina automatizada que permite no pensar ni decidir. Quedan el resto. ¿Será el descenso largo como para quitar pieles y disfrutar? Puesto que no veo nada por la niebla, y voy a ciegas, ¿será mejor dejar las pieles aunque el descenso sea largo para ni pillar velocidad?

Entonces me doy cuenta de una cosa: la mitad de veces, aproximadamente, me equivoco al tomar estas decisiones. Y ahí la gran pregunta: ¿qué diría de tantos errores un compañero que me hubiera acompañado?

En la travesía de los Alpes mi norma era limitar la subida a la primera parte del día; antes de las dos de la tarde, debía haber iniciado el descenso hacia el valle.

Pero en los Pirineos, no me puse límite, para poder hacer más kilómetros. Así que algún día, a las 5 aún estaba subiendo. Ya de noche, y con toda la bajada por delante.

El día más largo. 16 horas de día y de noche luchando contra la nevada

El día más largo fue el que fui de Benasque a Plan (Gistaín). Durante la noche había caído una gran nevada, y tras empezar a subir hacia el refugio de Eriste (Ángel Orús), me di cuenta de que no iba a llegar a ningún sitios, imposible. Así que tomé una alternativa, volví, y empecé a subir hacia el collado de Sahún.

El tiempo empeoró, y para cuando llegué al collado a las 7 y media de la tarde, de noche, ya estaba en medio de una tormenta de nieve. No podía orientarme ni saber en donde estaba. Tuve que llamar a un amigo italiano, que se conectó a internet, y por medio de la brújula y el altímetro conseguí encontrar el refugio....para ver que estaba cerrado. Tras una hora más de búsqueda y orientación, encontré la bajada hacia el valle de Gistaín. Pero eran las 9 de la noche y quedaban 15 kilómetros. Había quitado las pieles a los esquís, pero caía y había caído tanta nieve que descender era casi como ir cuesta arriba.

Finalmente llegué esquiando a Plan, a Casa Ruche, a la 1 de la mañana, 16 horas después de haber salido de Benasque, sin parar ni un segundo, sin comer y sin beber...una vez más me acordé especialmente de lo que habría pasado si ese día hubiera ido acompañado...¿mi socio habría deseado volver a salir a la mañana siguiente?

A la mañana siguiente había niebla. La niebla es un problema en todas las montañas del mundo, pero cuando nunca has estado ni conoces la zona, es un problema mucho mayor. No ves. Cuesta arriba la brújula y el altímetro ayudan más, porque son fáciles de consultar. Pero cuesta abajo es normal preferir tratar de elegir hitos útiles que parar cada pocos metros a comprobar.

La orientación los días de mal tiempo, especialmente los de niebla, fue mi gran problema, porque en etapas largas no puedes parar esperando a que mejore, o a que aumente la visibilidad. Tampoco puedes dar marcha atrás cuando llevas 5 ó 6 horas ya, y no sabes si tu huella sigue ahí. Mis palabras clave en estos casos fueron “sempre avanti”. Puedes estar desesperado, enfadado, pero no puedes perder tiempo, y tienes además que estar pendiente de tu condición física, pensando en guardar una reserva para situaciones críticas. Y si el cansancio te hace sentir mucho frío...eso sólo se puede combatir moviéndote más.

Personalmente diferencio dos situaciones diferentes:

-La primera (a la que llegué en numerosas ocasiones durante esta travesía), está representada por la fatiga, el estrés, el peligro conocido y evitable.
-La segunda, que tal vez no experimenté nunca hasta el fondo durante la misma, forma parte de la esfera de la superviviencia, cuando resistir se convierte en un mantra y se vive una pequeña pesadilla. Si se tiene suerte, estas situaciones pueden aumentar la experiencia, la calma y la confianza. Incluso el fatalismo.

Me doy cuenta de que la lectura de estas líneas, sin considerar el contexto, pueden hacer sonreír a la gente, especialmente a aquellos que -sabiamente- tan solo van a la montaña con buenas condiciones y nieve segura. Para sentirlas, hay que ir a la montaña cuando da miedo.

Últimas palabras

Me gustaría dar las gracias a Iñigo , Igor y Mitxel , a quien conocí hace años en los Himalayas. Es principalmente debido a su descripción de los Pirineos, y el afecto genuino por sus montañas que nació en mí la idea de este viaje.

Los Pirineos no tienen nada que envidiar a los Alpes del este, y no es casualidad que los mejores de los alpinistas españoles, aquellos que han conseguido realizar grandes hechos en el Himalaya, procedan de aquí.

Y pensando en los habitantes de las montañas que conocí en este viaje , creo que el Pirineo (con la excepción del gran parque de atracciones de la nieve en que se ha convertido Andorra ) tiene más posibilidades que los Alpes de resistir el avance del progreso.

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