Utilizamos cookies propias y de terceros para optimizar y posibilitar la navegación de la web, y a partir de tus hábitos de navegación poder mejorar nuestros servicios y ofrecerte una mejor experiencia de compra.

Obtén más información en nuestra Política de Cookies.

Portes Gratis
a partir de 49 €

Alberto Zerain. El himalayista vasco que escalaba como un sherpa

05 de Julio de 2017  |  Deja tu comentario
Con 10 ochomiles escalados, Alberto Zerain encaraba el Nanga Parbat por la arista Mazeno con una nueva demostración de fuerza y resistencia

Saunier Duval 2x14x8000
Alberto Zerain, en el Dhaulagiri

Hace apenas 4 días recibíamos la triste noticia de la desaparición en la Arista Mazeno del gasteiztarra Alberto Zerain y el argentino Mariano Galván, mientras intentaban en estilo alpino uno de los mayores retos del alpinismo: la Arista Mazeno, con sus 13 kilómetros de longitud y su sucesión de sietemiles.

Iñaki Makazaga, periodista, amigo y responsable de las últimas expediciones de Alberto Zerain, nos envía este bello homenaje al alpinista de Vitoria.

Descansen en paz.

ALBERTO ZERAIN, EL HIMALAYISTA VASCO QUE ESCALABA COMO UN SHERPA

por IÑAKI MAKAZAGA


En el comienzo de la arista Mazeno del Nanga Parbat (8.125 metros) descansará para siempre el cuerpo del himalayista vasco Alberto Zerain (Vitoria-Gasteiz, 1961-Nanga Parbat, 2017). Una avalancha a los 6.200 metros de altitud, el sábado 25 de junio, se llevaría su vida y la de su compañero de cordada, el argentino Mariano Galván, y haría todavía más grande la leyenda de esta vía de más de 13 kilómetros de largo con ocho cimas de 7.000 metros en el camino y con tan sólo una repetición. Zerain estaba dónde quería estar, a sus 56 años, 10 ochomiles escalados y una vida dedicada con pasión a la montaña, a su familia y a los suyos, los que, como él, huyen de los focos y aprovechan cualquier oportunidad para calzarse las botas de monte.

La arista Mazeno representa bien la manera de entender la montaña de Alberto y en parte mitiga un poco el dolor por su perdida: nos ha dejado en un auténtico coloso, por la vía más dura y en el estilo más puro. “Ya está, a partir de ahora a disfrutar”. Así se despidió Zerain de mí, antes de subirse al avión que le llevaría hasta Pakistán. Y habitual fue también mi respuesta: “Buen viaje, regresa pronto y disfruta”. Y así lo hizo, disfrutar hasta el final. Tras seis días en la montaña a la espera del buen tiempo, realizó seis horas de actividad hasta que tras un largo parón emitió su gps la última señal de movimiento, 150 metros más abajo, a 6.120 metros. La última señal.

La arista Mazeno hace grande su leyenda, el Nanga Parbat refuerza su sobrenombre de “la Montaña Asesina” y la ausencia de los montañeros desgarra el corazón de todos los que les seguíamos, admirábamos y habíamos tenido trato con ellos.

Los Andes, el comienzo


La mirada de Alberto se encendía de modo especial cuando hablaba de Perú. Fue el lugar dónde descubrió su pasión por la altura, las escaladas extremas y su potencial en la montaña. Eran los años 80, había viajado por los Andes con tan sólo un billete de ida y durante meses exploró de forma libre todo lo que se le puso por delante. “Nunca olvidaré cómo me agarré de unas rocas al caerme a un río”. Y gesticulaba con sus brazos y encogía sus marcados hombros. En parte, me puedo imaginar cómo se agarraría, cómo lo ha hecho a la vida, con fuerza.

Tras su aventura por los Andes, tocó regresar a Vitoria. La sombra del grupo terrorista Sendero Luminoso en la selva aconsejaban regresar a la ciudad. Y llegó una de sus grandes decisiones: “Recorrer América en bicicleta o regresar con Pati a Vitoria y casarme”. De nuevo pocas palabras. Regresó, se casó con Patricia a quien había conocida en Lima (Perú), y convertía el camión en su modo de vida.

El Everest, su "primer ochomil"


La Vitoria que dejó poco tenía que ver con la que encontró. Ya no se miraba a los Alpes, tampoco a los Andes. Se miraba a los techos del Planeta: a las montañas de más de ochomil metros. No tardó en recibir todo tipo de propuestas. En el 93, su primera experiencia dentro de una expedición médica al Everest. Primer intento, primera cima y primer alavés en ascenderlo. “Le gané a Juanito ese privilegio”, le gustaba bromear con sorna.

A los dos años, de nuevo en el Himalaya. Esta vez en la expedición al Makalu (8.465 metros) en la que coincide con Juanito Oiarzabal por primera vez y hace cumbre al día siguiente de Juanito en solitario desde el campo tres. Comienzan las primeras demostraciones de fuerza y resistencia. No necesita más campos de altura, tampoco oxígeno, ni que nadie le abra huella. Rápido, autosuficiente, fuerte. A los cinco años volvería a coincidir en el 2000 con Juanito en el Everest y ambos dentro del equipo de “Al Filo de lo Imposible”.

El camionero de los ochomiles


Entre una y otra expedición, Alberto Zerain comparte la actividad en la montaña con su actividad como profesional del transporte. Con cada kilómetro son más las ganas de entrenar que le entran y con cada entrenamiento, hierven también en su cabeza nuevos proyectos. En 2008 hace cima en el monte K2 (8.611 metros) en una de las jornadas más negras de la gran pirámide de cristal. El mismo día que hace cumbre fallecen 11 personas.

“Recuerdo perfectamente aquel día. Había ido con amigos a escalar el Broad Peak (8.047 metros) y el K2. Como se terminaban las opciones de escalarlos por el mal tiempo, decidí realizar un último intento y salí desde el campo base del Broad Peak en dirección al K2 en solitario. Subí desde el campo 3 a la cima y en el descenso ya notaba que algo iba a pasar por cómo alargaban las diferentes expediciones el día de cumbre. Después nadie imaginaba un desenlace tan cruel con 11 muertes”.

Cima en solitario del K2 y testigo de la gran tragedia


Así relataba Alberto la experiencia. Estamos juntos en la cocina de su casa. Y así cuenta cómo vio pasar de cerca la sobra de la muerte. “La tragedia respondía a serios problemas de comunicación entre las expediciones, a la presión por hacer cima y al sobre trabajo de los sherpas. El día era precioso”. Alberto lo tenía claro. Y por eso, ascendió al K2 como un sherpa más. Incluso portó cuerdas, les ayudó a equipar tramos y compartió con ellos la tienda. Ahora se entiende el aprecio de Alberto al libro que recoge la tragedia bajo el título: “K2, enterrados en el cielo” de los periodistas Peter Zuckerman y Amanda Padoan. En sus páginas, hablan los sherpas que sobrevivieron y se refieren a Zerain como “el vasco que escalaba como un sherpa” por su grado de compromiso, sencillez y fuerza.

La tragedia lejos de espantarle, le hizo entrenar más fuerte. Debía ser capaz de ascender ligero para bajar rápido. Y tal vez, por eso se entienda que su próximo reto en 2010 fuera el corredor Horbein al Everest: 2.200 metros de pared hasta el techo del mundo. Había acertado: tuvo que abandonar el proyecto, huyendo hasta del campo base por el elevado riesgo de aludes.

Primer contacto con la arista Mazeno en 2011


En 2011 posó por primera vez sus ojos azules sobre el Nanga Parbat (8.125 metros), la Montaña Asesina, por la arista Mazeno, un gran muro de 3.000 metros que continúa en forma de arista repleta de sietemiles hasta la cima. De nuevo, tuvo que bajar de la pared a la carrera.

Y es ahora en esa misma arista dónde descansa su cuerpo. Han pasado seis años desde su primer intento, tres ochomiles más escalados, y muchos kilómetros recorridos en el camión hasta conseguir una oportunidad como ésta. Ahora dentro del proyecto 2x14x8000 con el que ayudaba a Juanito Oiarzabal a completar las cuatro cimas que le restan para repetir por segunda vez los 14 ochomiles, encontraba un patrocinador por nuevos proyectos. Mientras que Juanito se recupera de una lesión, Alberto seguía ascendiendo cimas de ochomil metros. En esta ocasión, el Nanga Parbat.

“Ya está, allá voy a disfrutar”, se despedía. Sin duda, descansa donde quería estar: en las tripas de un coloso, en uno de los grandes desafíos del himalayismo. Junto a él, Mariano Galván con el que atacó la cima del Dhaualgiri y compartió expedición en el Manaslu el año pasado. Y con el que había formado una de las cordadas más potentes del momento. Experiencia y juventud. Fuerza y compromiso.

Enorme son las paredes del Himalaya y enorme esperemos que sea también su legado. Hijo predilecto de la ciudad de Vitoria-Gasteiz, una calle ya lleva su nombre en Agurain (Álava), de donde era su padre, el pelotari Marcelo Zerain, y un homenaje, todavía en construcción, le recordará todos los años. Porque su fuerza, sencillez y compromiso son un buen lugar en el que encontrar un referente. Zeras, estás dónde querías estar y ése es nuestro único consuelo. Corre de nuevo, ilumina tu mirada como en los tiempos ingenuos en los Andes, que nosotros nos agarraremos a tu recuerdo con fuerza, cómo tú a aquellas rocas, para mantenerte junto a nosotros.

“Zeras”, te vamos a echar mucho de menos.

Iñaki Makazaga
Alberto Zerain e Iñaki Makazaga

Artículos más recientes

Comentarios

Para introducir un comentario debes identificarte en Barrabes.com. Haz click aquí para identificarte.
No existen comentarios para este artículo.